La intensidad de la maternidad... cuando ella ya no está.

La intensidad de la maternidad... cuando ella ya no está.

May 08, 2021

He tenido la dicha y la bendición de ser madre. Dios me ha permitido gestar, traer al mundo dos vidas que El diseñó de antemano y poder criarlos hasta el día de hoy. Cuando uno es madre, comienza a pedirle a Dios ya no por nuestros sueños primeramente, sino por tener el tiempo y la salud para ayudar a los hijos en sus propios sueños. Este concepto me conmueve mucho.

Mi mama partió a vivir al cielo cuando yo tenía 25 años y todavía no había experimentado la maternidad. Ya han pasado muchos años y todavía la necesito como cuando me llevaba al colegio y me decía “si en algún momento me necesitas, ve a la oficina y pides que me llamen”. Todavía quisiera sentirme en sus brazos como cuando era niña. Yo siento que en mí vive algo más que su recuerdo. Su esencia misma se transmite en cada acción de mi propia maternidad.

El tiempo no ha borrado ni su recuerdo ni su vida: sus enseñanzas, sus comentarios, su método para lavar la ropa, para guisar las habichuelas o limpiar el piso. Tampoco ha borrado de mí su opinión ante las injusticias y la importancia de servir al prójimo; el cuidado hacia los animales y la organización del hogar; la dedicación y el esfuerzo para cuidar de mi familia, el manejo de mis emociones y el estrés, el descanso que ofrece la Palabra de Dios, la seguridad e integridad de la palabra que se dice y el estilo clásico, femenino y honroso de vestir entre un sin número de otras cosas más.

Yo quisiera verla, tocarla, oírla, abrazarla, contarle mis preocupaciones y hacerle tantas preguntas que ni la psicología me ha podido explicar. Sí, la extraño con todo mi corazón. Posiblemente, si tu madre no está cerca de ti, me entiendes.Y es que tal intensidad tiene la maternidad. No hay nadie como una madre.

Es que una madre cuida con todo su ser. Una madre entrega todo lo que tiene. Una madre defiende con cada parte de sí misma. Enseña con responsabilidad y con intensión. Una madre vela y asegura que esa cría sobreviva, tenga herramientas para el mañana, pueda triunfar exitosamente, que no sufra, que no pase hambre y que nada ni nadie le haga daño. Una madre ama a su hijo más que a sí misma.

Ahora que soy yo la madre, comprendo el mayor esfuerzo que ella hizo. Mi mamá resumió todo su amor enseñándome el amor de Jesús. Ella se preocupó en inscribir en mi corazón y en mi mente la soberanía, el cuidado y el amor de Dios hacia nosotros y la importancia de darle mi corazón a Él. De esta manera, ella aseguraba en mí una vida de bendición y de sobrevivencia-literalmente.

Estas Buenas Nuevas de salvación me llenan de esperanza al saber que un día la volveré a ver. Dios preparó un plan para reconciliarnos con Él mediante el sacrificio que hizo Jesús. “Para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Jn 3:16

Ahora, esta promesa de vida eterna, es sólo para el que cree en Él. No hay otro camino para disfrutar de la verdadera vida. No hay otra estrategia de vida. No importa que buena gente podamos ser o que buenas madres nos consideremos. Jesús dijo: “YO SOY el camino, la verdad y la vida; nadie viene a Padre sino por mí”- Jn 14:6 En esto fue contundente. La vía para llegar a la verdadera vida-sin muerte y separación- es la fe en Jesucristo.

De otra parte, puedo asegurar que durante todos estos años, si bien la he extrañado mucho, Dios ha sido mi soporte y NADA me ha faltado. Estoy segura que te ha pasado igual. Dios ha sido fiel. Algún día no estaremos nosotras para cuidar de nuestras crías, pero qué gozo siento al saber, por experiencia propia, que “aunque mi padre y mi madre me dejaran; con todo Jehová me recogerá” Sal. 27:10 Dios siempre ha estado, está y estará para cuidar de ellos y de nosotras también.

La maternidad es una experiencia maravillosa, llena de muchos retos e interrogantes, sin embargo bien satisfactoria. Yo recalco que sin la ayuda, guianza y seguridad que nos da Dios por medio de su palabra, no podemos ser efectivas en esta asignación. Te aconsejo que dediques tiempo para llenarte de la palabra de Dios. Dedica tiempo para compartir esa palabra con tus hijos. Y si tienes la bendición de tener a tu mamá contigo- dedícale tiempo para conversar, para abrazarla, para escucharla y ora por ella siempre.


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